Vivimos en un universo cuántico, todo es energía, somos energía. Nuestros pensamientos, como un guijarro que se lanza al agua, crean ondas que afectan a otros. Nuestras palabras también.
Con las constelaciones familiares, como herramienta, o forma de intervención, nos encontramos directamente ante el mundo en su dimensión cuántica.
Las constelaciones familiares operan al nivel cuántico de la energía, en el que las partículas (que componen nuestro ser y todo lo que nos rodea) se comportan de maneras que desafían nuestro sentido de la lógica, mostrando una realidad que rompe nuestros esquemas del tiempo y del espacio.
Así observan los físicos cuánticos que dos partículas de energía pueden encontrarse íntimamente conectadas, de modo que cualquier modificación que se haga sobre una afectará a la otra (lo que llaman entrelazamiento cuántico) aun cuando haya miles de kilómetros de distancia entre ambas.
De manera similar, observamos mediante las constelaciones que lo que cualquiera de nosotros hagamos (incluso digamos o sintamos) afecta a nuestros familiares u otras personas con las que tenemos algún tipo de relación, más allá de la distancia (incluso a personas que se encuentran en nuestro mismo nivel de resonancia –aquellas personas que vibran con nosotros, aunque no las conozcamos).
En el 2012 un grupo de científicos del Instituto de Óptica Cuántica de la Universidad de Viena descubrió que este entrelazamiento cuántico entre partículas no solo podía desafiar la distancia, sino también el tiempo, cuando lograron modificar partículas de luz en un evento del pasado, desde el presente.
Nos encontramos ante un fenómeno que se muestra en las constelaciones familiares, en las que experimentamos que estamos conectados a nuestros ancestros, aunque ya hayan muerto, e incluso aunque no les hayamos conocido en vida o conscientemente no podamos identificarles.
Cuando tomamos la decisión de liberar a ancestros a los que inconscientemente hemos prometido seguir en el fracaso o la muerte, por amor ciego, ocupando su lugar que no nos corresponde, podemos ver cómo estos se sienten liberados y agradecidos, pudiendo por fin descansar, apoyándonos en nuestro camino de vida.
Así, al sanarnos en el presente, sanamos el pasado, que ahora se convierte en fuente de fuerza para nosotros, y sanamos a las nuevas generaciones que vendrán (pues ya no llevarán esa carga).
Un equipo científico liderado por el Dr. Pietr Gariaev ha podido descubrir la naturaleza de onda (energía) del supuesto “ADN basura” que conforma el 98 o 99% del ADN.
Gariaev ha descubierto que las moléculas del ADN tienen metales, lo que les confiere naturaleza de antena, y que de hecho reciben y emiten información en forma de ondas electromagnéticas, información necesaria para el desarrollo de las células y los seres vivos, sin la cual tienen lugar malformaciones.
Este descubrimiento casa con la hipótesis del científico británico Rupert Sheldrake a cerca de los campos morfogenéticos (grandes campos energéticos de memoria que contienen, y transmiten a las diferentes especies, los organismos y las células, la información que necesitan para desarrollarse, y también reciben información de éstos, encontrándose en constante evolución; un ejemplo de campo morfogenético es el sistema familiar) y campos mórficos. Estos últimos son también campos, o nubes de memoria, que se crean cuando una masa crítica de personas viven algo puntual y lo mismo: emoción, vivencia, creencias…, atrayendo hacia sí a más personas que pasan por lo mismo, abocándolas a organizar su vida de modo que puedan repetir una y otra vez esa vivencia, y sentir repetidamente esa emoción en sus vidas, incluso cuando hayan sanado el origen sistémico de la dificultad que les llevó a vivir eso en primer lugar. Los campos mórficos nos liberan cuando podemos por fin tomar conciencia de ellos y agradecerlos, o bien nos toman para impulsarnos hacia la vida: la gratitud nos libera de lo que nos limita y nos lleva hacia lo que nos impulsa hacia adelante.
El Dr. Gariaev ha descubierto que el ADN emite luz, luz que contiene información y que puede ser fotografiada. Esta luz produce el holograma del ser ya realizado, esté en el estadio de desarrollo en que esté. Es decir, nuestro ser ya realizado nos acompaña en todo momento, más alla del tiempo, y a través de él recibimos instrucciones de nuestro pasado para avanzar hacia nuestro ser realizado. Para ver un breve video, subtitulado, sobre los descubrimientos del Dr. Gariaev, haz click aquí.
Brigitte Champetier ha identificado a través de las Nuevas Constelaciones Familiares que esta proyección lumínica tipo láser, ese holograma que proyecta, se compone de dos partes, un impulsor que nos empuja hacia el ser realizado, y un atractor, el ser realizado que nos atrae hacia sí.
La representación del holograma (en el que se hayan presentes nuestros padres y ancestros, y que contiene toda la memoria de nuestro sistema familiar, y más allá, presente en cada una de nuestras células) es muy sanadora.
Gariaev y su equipo han descubierto también que el ADN emite sonido, y que tiene estructura lingüística, hallándose codificado como un lenguaje humano con sus unidades lingüísticas (lexemas, morfemas…)
La manera en que nos hablamos a nosotros mismos, que nuestro subconsciente toma como órdenes, se registra en nuestro ADN. Durante una constelación, las frases sanadoras se registran en el ADN creando nuevas instrucciones que sanan nuestro guion de vida* y nos llevan hacia más vida y un estado del yo más adulto, más consciente, más compasivo y más presente, capaz de fluir con las decisiones que el universo le presenta hacia mayor paz y bienestar.
*El guion de vida, concepto desarrollado por Eric Berne en los años 70 en los Estados Unidos, comprende todas las promesas y decisiones que la persona toma de manera inconsciente en sus primeros años de vida a cerca de como será ésta, movido por su gran amor a sus mayores, que le lleva a hacerse cargo de cosas que no le corresponden. La persona luego dedicará su vida de manera más o menos inconsciente a cumplir ese guion, tomando decisiones que organizarán su vida para llevarle hacia el sufrimiento elegido o algún fatal desenlace, que en el fondo buscaba sin saberlo. Cada constelación va sanando y transformando nuestro guion de vida.
En las constelaciones que Brigitte Champetier ha convenido en denominar “constelaciones cuánticas”, el movimiento de liberación que tiene lugar en la misma se alcanza gracias a la capacidad de la persona de aceptar lo que le toca, independientemente de como se encuentren sus ancestros.
Estas constelaciones son muy potentes, y el movimiento de sanación se da con gran rapidez. De manera espectacular, además, cuando los participantes sentados, se encuentran también en esa aceptación de lo que hay. Su resonancia, acompañada de frases muy sanadoras que expresan de manera concisa lo que el campo y los representantes necesitan oír para que la situación progrese hacia esa gran liberación, o salto cuántico, puede provocar cambios espectaculares y muy rápidos en circunstancias muy duras y representantes muy atrapados durante la constelación.
¿Por qué “movimiento cuántico”? En los talleres hacemos ejercicios (movimientos breves que al contrario de una constelación, sí siguen un protocolo), en los que, de nuevo, la capacidad de rendirse a lo que hay y de decidir desde el adulto respetar las fuerzas del amor, inicia un proceso de sanación en la vida del representante que en muchos casos puede tener el mismo efecto que una constelación.
Quien logra, desde su estado adulto, rendirse a lo que le toca, a su vida como es, aceptando la incertidumbre, no necesita constelarse, pues eso mismo inmediatamente pone en marcha las fuerzas de sanación en su vida. Podríamos decir que esta actitud nos pone inmediatamente en una dimensión cuántica de posibilidad, nos conecta con la onda (sacándonos de “la partícula”, como metáfora y expresión de la realidad concreta de menor vibración, más densa y pesada, que podría ser la que entraña dificultad por ejemplo; o bien “partícula” entendida como la materialización puntual de una de las realidades posibles para el ser). Esto es lo que Brigitte Champetier ha convenido en denominar “actitud cuántica” y que explica en su libro Las Fuerzas del Amor. Las Nuevas Constelaciones Familiares. Podemos sentir que al ponernos en esa actitud inmediatamente tenemos fuerza.
Sabemos que la energía es ondulatoria, y que somos energía, nuestras emociones son energía. A la parte alta de una onda pronto le sucederá un valle, al que seguirá de nuevo otra subida. Cuanto más abajo lleguemos, más alto subiremos después, y así sucesivamente, siempre en movimiento ascendente. Cuanto antes podemos rendirnos y asentir al valle, antes salimos de él; el asentimiento y la sonrisa nos permiten fluir de nuevo, conectándonos con la onda, con el campo de todas las posibilidades. La resistencia y el drama, por el contrario, nos atascan, si bien por un tiempo limitado, pues la energía necesita fluir y pronto ocurrirá algo (la enfermedad, la dificultad) que buscará sacarnos de ahí.
Para que se produzca el salto de energía que permite que esta avance (lo que hace que la luz sea visible, por ejemplo) es necesaria la fusión de dos polaridades opuestas que producirá el salto cuántico hacia adelante. Así, la constelación nos lleva hacia ese gran salto cuántico que posibilita la creación de algo nuevo. La gran fusión: la creación de la vida misma que da lugar a un nuevo ser, por ejemplo. La sanación pasa por una reconciliación: el salto cuántico que sana el conflicto que causó la dificultad, el problema, la enfermedad, la pelea, la guerra, necesaria para esa futura fusión que llevará a todos los implicados a un gran salto cuántico hacia algo nuevo y mejor para todos. Ambas polaridades, o posiciones opuestas, se encuentran al servicio de esa gran reconciliación.
Observamos que no podemos vivir (fluir) y a la vez analizar la vida (controlarla), o es lo uno o es lo otro, del mismo modo que la energía se muestra al observador como onda o como partícula, pero no como ambas a la vez.
Al aceptar la incertidumbre, fluimos con el todo, con lo que nuestra alma, o nuestro holograma, nuestro sistema familiar, algo más grande, desea para nosotros; permitimos que las cosas se recoloquen y encuentren su lugar, como el polvo que se coloca formando dibujos con la vibración del sonido en un experimento de cimática, cambiando, formando nuevos mandalas según aumenta la frecuencia de la vibración. Cada mandala una nueva oportunidad que nos presenta la vida, algo más grande y mejor que lo que podríamos haber imaginado o deseado para nosotros.
El universo se encuentra indefectiblemente en expansión, nosotros también, nuestra vida, nuestros sistemas familiares, todo, necesita nuestra evolución hacia adelante, que agradezcamos y soltemos el pasado, y nos abramos a lo nuevo.
María Escribano del Moral
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